El niño que se porta mal puede generar mucha tensión en la familia; pero no se puede corregir de cualquier manera. Requiere un esfuerzo por parte de los padres. Hace falta entender al niño, y plantearse con serenidad que comportamiento hay que corregir y que conducta simplemente ignorar.
Si no habéis leído la primera parte de este artículo, empezad por ahí. Es necesario que sepáis porque «se porta mal» vuestro hijo y establecer una estrategia. La estrategia se basa en tres pilares:
- Refuerzo positivo
- Poner límites
- Modelo de los padres
Refuerzo positivo.
Para corregir comportamientos inadecuados, empezad por centraos en lo bueno.
El refuerzo positivo bien aplicado tiene un gran impacto educativo. El refuerzo positivo no es tan simple como premiar con algo su «buena» conducta. El refuerzo positivo bien aplicado es hacer que vuestro hijo se sienta satisfecho por cómo se ha comportado. Para ello, la recompensa, el premio, debe ser emocional y no material.
Un ejemplo. Vuestro hijo se ha portado muy bien en el pediatra, y queréis reforzar esa conducta. Opción A: le dais un abrazo, un beso, y «ahora nos vamos los tres juntos a jugar un rato al parque». Opción B: «como te has portado muy bien te compro este dinosaurio».
«No hay nada que aprecie más el ser humano que la aceptación social y el cariño. «
La opción A produce una mayor satisfacción en el cerebro del niño y reforzará mucho mejor esa conducta. Además, le estáis dando una lección en valores: es más importante el estar los tres juntos jugando en el parque, que algo material (un muñequito).
No os olvidéis de reforzar el buen comportamiento, de premiarlo. Y si es posible, hacedlo con vuestro cariño y vuestro tiempo.
Reforzad aunque sean pequeños avances y la buena intención. Es más importante premiar el esfuerzo que si lo consigue o no. Seguro que vuestro hijo lo apreciará.
Poner límites (o normas si se prefiere).
La vida misma tiene muchos límites, algo que vuestro hijo irá aprendiendo sí o sí. Pero podéis ayudarle mucho si se lo enseñáis desde pequeño.
Es lo que antes se llamaba desarrollar «tolerancia para la frustración». Digo antes, porque ahora a muchos psicólogos no les gusta esta expresión. Da igual como lo llamemos,
«lo importante es que el niño tiene que aprender dos cosas. Una, que no todo es posible. Y dos, aprender a manejar la «rabia» que da darse cuenta de que es eso es así.»
Hay límites que tienen que ver con su seguridad física. Son de puro sentido común, y casi todos los padres los aplicáis sin dudarlo: que no cruce corriendo la calle por dónde sea, que no juegue con los cuchillos de cocina,…
Otros son límites «sociales», muy recomendables, puesto que rigen la convivencia y el respeto a los demás. No pegar, esperar el turno en una cola, etc.
Los límites, o las normas, deben ser razonables, consistentes y firmes.
También es importante saber, que algunas normas pueden admitir cierta flexibilidad. Por ejemplo, todas las noches toca baño antes de la cena. Pero hoy es sábado, hemos salido a merendar con los amigos y se ha hecho tarde. Vuestro hijo llega ya muy cansado, y medio cenado,… Bueno se puede saltar lo del baño e irse a dormir directamente. Además, es una buena lección de vida: aprende que a veces se puede ser flexible y adaptarse a las circunstancias.
A la hora de poner límites: puro sentido común.
Modelo.
«Vuestro hijo puede que no os obedezca, y creéis que no os hace caso, pero os está observando todo el tiempo.»
Así que la forma como respondéis vosotros ante ciertas situaciones, y ante su propia conducta, le sirven de modelo. Si cuándo se porta mal respondéis con frustración o con rabia, no le podéis pedir que él actúe de otra manera cuando se encuentre con algo que no le gusta o no puede hacer.
Debéis mantener la calma y el control de la situación en todo momento. O al menos intentarlo. Le servirá de ejemplo.
No se trata de ser padres perfectos. No existe tal cosa.
Tratad de entenderle, y ayudarle a expresar sus emociones.
Todo ello contribuirá a desarrollar su inteligencia emocional.
Otras medidas que pueden ayudar:
- Establecer rutinas. Las rutinas ayudan a desarrollar el autocontrol, porque establecen una sucesión de actividades previsibles. A la mayoría de los niños esto les gusta.
- Tratar de evitar situaciones conflictivas. Si sabéis que vuestro hijo puede montarla al pasar por delante de una juguetería, evitad pasar por allí
- Maniobra de distracción al principio de la conducta inadecuada: «… no, eso no lo puedes hacer, pero vamos al salón y pintamos un ratito…»
- No contradecirse los padres, en lo que puede o no puede hacer vuestro hijo. Y desde luego nunca contradecirse delante del niño. Por eso es importante que habléis entre vosotros y penséis una manera de actuar ante ciertas situaciones.
- Paciencia. No se enseña un buen comportamiento de un día para otro. Hay que insistir, y ser consistente.
- El «rincón de pensar», o «tiempo de exclusión», es una herramienta educativa discutible. Pero puede ser útil en algunos casos si se aplica bien y con moderación. No se le puede estar enviando al rincón de pensar cada diez minutos y por cualquier cosa. Eso no sirve de nada. El tiempo de exclusión debe reservarse para corregir conductas inaceptables (como que os pegue a vosotros, o agreda al hermanito), y debe ser solo una mínima parte de una estrategia educativa mucho más amplia (reforzar la buena conducta, empatía emocional,…).
Lo que NO hay que hacer:
- Chantaje emocional: «si te portas mal no te querré…». No solo no sirve de nada, es que envía un mensaje muy pernicioso: el amor de la madre o el padre tiene «un precio».
- No sermonear demasiado. Hablar sí, ayudadle a que él se exprese y contadle cómo os sentís ante cierta conducta, pero no soltar un sermón.
- Tampoco etiquetar al niño: eres muy desobediente, «eres malo»,… En su lugar hay que señalar una acción concreta (y enseñarle la que es correcto). No se debe decir: «eres un niño desobediente, nunca recoges los juguetes…» Es mejor: «has dejado todos los juguetes sin recoger, los tienes que recoger… Venga, si lo haces rápido podemos jugar un rato más en el baño»
- Castigo físico. El castigo físico es absolutamente intolerable; por lo que NUNCA se debe aplicar. Además de poco útil como «herramienta» educativa, es una falta de respeto a la persona totalmente inaceptable.
Lo expuesto en este artículo son unas recomendaciones generales. Cada niño es diferente y la educación tiene muchos matices. Los padres debéis encontrar la mejor manera de abordar el problema de conducta de vuestro hij@.
Si el problema de conducta altera mucho la vida familiar o tiene repercusiones significativas en el colegio o en la relación con otros niños, puede que necesitéis ayuda profesional.
Lógicamente si vuestro hijo tiene una conducta muy disruptiva en todos los ámbitos, casa, colegio,… puede entrar dentro del espectro de TDAH, o ser un trastorno de conducta agresivo-desafiante. En estos casos es imprescindible que sea valorado por un profesional.
La educación emocional y social de vuestro hij@ es un tema clave en la crianza. No lo convirtáis en una batalla. No olvidéis que la crianza hay que disfrutarla!
Lectura recomendable:
Para una visión de lo que es educar basada en la inteligencia emocional: Emotionally Intelligent Parenting: How to Raise a Self-Disciplined, Responsible, Socially Skilled Child. Maurice Elias, Steven Tobias, Brian Friedlander (existe una edición traducida)