Los accidentes son la primera causa de mortalidad en niños a partir del año de edad en los países desarrollados, también son causa de una buena cantidad de lesiones y de no pocos sustos. La buena noticia es que se pueden prevenir.
La no tan buena noticia es que los accidentes suceden, y casi siempre porque pillan por sorpresa a los padres. Si bien es cierto que ciertos factores de riesgo, como bajo nivel socio-económico, crean entornos más propicios a los accidentes, en muchas ocasiones suceden en familias «normales» que no pensaban que les podía pasar a ellos. Es como con los accidentes de tráfico, sabemos que existen, que son frecuentes, pero creemos que les pasan a los demás.
Casi siempre que un niño tiene un accidente más o menos grave entre los terribles sentimientos de los padres afloran estas dos frases:
- «¿cómo ha podido pasar?,…»
- «si ha sido solo un segundo,…»
Está claro que toda madre y todo padre no quiere que su hijo se queme, se caiga por unas escaleras, o se beba el lavavajillas; pero con querer que no suceda no es bastante, hay que poner el conocimiento y los medios para evitarlo.